Desde hace décadas, los argentinos tenemos frente a nuestros ojos las obras monumentales de José Fioravanti y rara vez las miramos.¿Quién es Fioravanti? Su carrera se inicia en 1919 con un premio del Salón Nacional y pronto ocupa un papel estelar en los escenarios de la Argentina y Europa, donde recibe el elogio de la crítica y la aceptación del ambiente artístico e intelectual.
Si bien tuvo "humildes maestros desconocidos", Fioravanti es autodidacta y su arte es fruto del talento, pero también del esfuerzo. Su verdadera escuela fue la mirada.
En 1934 expone sus obras en el museo Jeu de Paume de Parfs, honor que s6lo mereció el francés Antoine Bourdelle entre los escultores de Francia. La muestra es un éxito y la crftica consolida su ascendente carrera. Sus monumentos cruzan el Atlántico, se exhiben en el Museo Nacional de Bellas Artes y se emplazan en Buenos Aires.
Si se mira la trayectoria de Fioravanti retrospectivamente, descubrimos el tiempo hermoso que le toc6 vivir. El artista conoció en Grecia y en Egipto el "no tiempo" del arte, cercano a la idea de eternidad que buscaron expresar los renacentistas. Con esos tesoros en sus ojos trabajó en París, cuando era la ciudad de Rodin y Maillol, entre otros genios que influyeron en sus obras en la misma medida que el arte de la Antigüedad. Fioravanti descubre el clasicismo y la modernidad, procura la simplificaci6n de la línea y renuncia a lo superfluo.
En los años que ingresan al país las grandes masas migratorias, contribuye a construir la identidad de una naci6n cosmopolita, pero con valores propios. Con sus hábiles manos, traslada a la piedra y el bronce personajes heroicos de nuestra patria, como José de San Martfn y Manuel Belgrano, y americanos, como Rubén Darfo, Sim6n Bolfvar y Franklin Delano Roosevelt. El arte popular no le es ajeno: su Monumento al lobo marino pronto se convierte en un fcono.
Vale la pena volver a mirar las obras de este artista, hoy consideradas tal vez irreflexivamente como anacr6nicas. Son testimonio de nuestra historia y elocuentes mensajes para las generaciones que vendrán.
Ana Martfnez Quijano