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Libertad 1389. Buenos Aires. [mapa]
Lunes a Viernes de 11 a 20 hs. Sábados de 11 a 15

Cuore Chiara Colore

Cuore Chiara Colore

Chiara Baccanelli

Del 31 de Mayo al 26 de Junio de 2023 - Inaugura: 19hs  - Entrada: libre y gratuita

 
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Jaune se escribe en verde y en francés. Rosso es celeste y se dice en italiano. Las letras de El azul del cielo se esparcen a lo ancho de los seis metros de un díptico y no, no son celestes. El arte abstracto también puede tener humor. Un ánimo festivo. Un chiste escondido. Chiara Baccanelli empuña sus pinceles con alegría y se apasiona por su trabajo en su soledad acompañada: la custodian perros fieles, flores frescas y un horizonte infinito. Su obra tiene la música de la Ronda de los colores de Gabriela Mistral.
 
Cuando el azul se deshoja, / sigue el verde danzador: / verde-trébol, verde-oliva / y el gayo verde-limón. El color explota desde una sola mancha que abarca todo el lienzo. El trazo es grueso y expresivo. El óleo se esparce con brochas de ferretería. Dibuja también con óleo en barra. Otras veces, el huracán está contenido y reverbera en pequeñas islas flotantes. Genera mundos y se mete en ellos. Sale y entra como una golondrina.
 
Rojo manso y rojo bravo / rosa y clavel reventón. A veces siente qué color la está llamando. Y entonces no escatima. Como una chef, antes de ponerse a crear despliega todos los ingredientes del cuadro en grandes paletas de papel. Ocho a la vez. Mezcla un rosa, quizá, como si fuera la delicia de un merengue. A veces el cuadro reposa, lo deja levar. Y después de un tiempo sobrevuela y vuelve.
 
Se lo señaló el escultor Pablo Atchugarry: "Vos tenés que meterte en tu obra". Y así fue como de esas fotos de detalles de sus cuadros de gran tamaño salieron otros de mayor calado todavía. Hizo zoom en partes y, desde lo micro, se expandió a su propio universo. "Disfruto. Me pierdo. Me encanta integrarme en la obra", dice la artista, vestida con un mono que tiene impregnados restos de todas sus pinturas.
 
Bailan uno tras el otro, / no se sabe cuál mejor, / y los rojos bailan tanto / que se queman en su ardor. El cuadro se podría cortar en pedazos y seguiría funcionando la armonía de la composición. Parece un caos, pero hay orden en ese revoltijo de pinceladas, hay un ritmo, una canción que suena solista o en coro de muchas voces. Vertical u horizontal, también giran. Las pinturas son ventanas a otro espacio-tiempo. Tienen su propia lógica.
 
Azul loco y verde loco / del lino en rama y en flor. En su taller siempre hay peonías, rosas, crisantemos, ranunculus. Hay algo floral en su obra: esa sensualidad de los colores. Como si delante de un ramo, los ojos recién amanecieran y no terminaran de abrirse. Un paisaje o un árbol que pasa desenfocado por la ventana de un tren de alta velocidad. Chiara captura el viento en una pincelada. Lo toma para sí.
 
El amarillo se viene / grande y lleno de fervor. Las paletas en desuso son después partes de collages, a los que suma papeles con otras texturas. De ahí salen sus primeras tres esculturas en bronce. También trabaja en cerámica con la misma intensidad colorimétrica. El óleo es su pasión desde que sintió su olor a los siete años, cuando su mamá tomaba clases de pintura (aromas gajos dorados / y el azafrán volador). Tuvo que esperar al secundario para poder usarlo en sus primeros talleres de arte, en los que pasó por todos los géneros clásicos.
 
Lo tiene claro desde siempre: a lo que quiere dedicar cada uno de sus días es a pintar. Aun cuando se anotó para estudiar Diseño en Milán. Llegó con una beca y se quedó siete años. Se enamoró de la ciudad. Tiene en Lago Di Como uno de sus talleres (los otros están en Punta del Este y Miami).
 
Encontró su propia imagen tras un viaje iniciático a Nueva York, después de recorrer con avidez todos los museos. Al llegar, repasó las notas de su libreta de apuntes: manchas, composición, color, abstracción. Todo la llevaba a lo que más la había impactado: Pollock, Monet, De Kooning. Compró dos telas y decidió probar. Con el tiempo se fue soltando, alivianando. Aislada en una residencia en una isla de Cerdeña sintió que llegaba a su mayor expresión.
 
Apareció su propia impronta: una abstracción alegre, minuciosa, sensorial, de trazo suelto, pincelada evidente... brocha gorda en la mano de una mujercita que respira flores y colores. Es la muchacha de papel y fuga de la poeta Dulce María Loynaz: es la leve, la ingrávida / muchacha de papel iluminado, / la de colores de agua... / La que nadie se atrevería / a besar por el miedo de borrarla... Llegó al corazón de su pintura.
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María Paula Zacharías
 

ARTISTAS PARTICIPANTES

 
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