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Lun a Vie de 14 a 19 hs.

Diego Perrotta / Colección Sella

Diego Perrotta

Del 07 de Septiembre al 11 de Octubre de 2012 - Inaugura: 19hs  - Entrada: libre y gratuita

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La máscara del ángel caído

 

Las santerías de su barrio Liniers, son el recuerdo más intenso de su niñez. Todo giraba alrededor de la iglesia de San Cayetano, las multitudes de peregrinos, los vendedores de las calles, la fe y la devoción. También el comercio, en los negocios se repetía la misma contradicción: de un lado la Virgen María, el Sagrado Corazón, el Santo del Trabajo y todos los santos de la ortodoxia católica; del otro lado, los diablos de la magia negra, los orixás del umbanda y las velas multicolores y milagreras. Este barroquismo de las devociones populares es el mismo que persiste en las pinturas de Diego Perrotta.

 

No importa qué técnicas use, sea pintura, acuarela, grabado, dibujo cerámica u otras más, en todas él ha logrado una imagen y un lenguaje distintivo. También tiene su repertorio de personajes propios, entre los que se distinguen sobre todo el Matasiete y su contrafigura, el Diablo.
Diego trabaja en series como “Ciudad del Milagro” (2004), “La red del Caos” (2007), “El país volcán” (2008), “Si no era Dios era el diablo” (2009) y actualmente “Mujer latente” (2012).

 

De todas ellas, Hernán Sella tiene al menos una o más obras. Este arquitecto joven conoció la obra de Diego en la tapa de un CD de Los piojos, y luego se interesó por el autor de esas líneas demenciales que dibujaban personajes eléctricos. De la página web al taller del artista hubo un paso. Ahí comenzaron las charlas y la transformación del arquitecto en coleccionista. Si se puede definir como coleccionista a alguien que adquiere más cuadros que los que puede colgar en las paredes de su casa, Hernán es uno. Así nace esta muestra, de una amistad surgida en los encuentros frecuentes en el taller. Los diálogos entre uno y otro afianzaron un vínculo que hoy se exhibe como Diego Perrotta / Colección Sella.

 

Ahora bien, ¿qué ha elegido el coleccionista de la producción del artista? Como suele suceder en estos casos, el vector de adquisición suele ser el gusto. De la obra de Perrotta, Sella tiene de todo: gran y pequeño formato, pintura y acuarela, cerámica y serigrafías, y en todas ellas hay ciertas constantes que repiten aquel contraste de la santería de Liniers: el bien y el mal,  encarnados en el diablo y el Matasiete. Son contrapartes, pero a la vez uno tiene algo del otro: el diablo alguna vez fue ángel, y Matasiete (como todo héroe que lucha contra el mal es derivación del arquetipo del Arcángel Miguel, general de las huestes celestiales) guarda en su nombre el recuerdo de siete muertos. Si se observan los rasgos de uno y otro, apenas hay diferencias. Pareciera que son una misma persona con dos máscaras, un mismo actor representando dos roles. El luchador (2008) de la colección Sella es un ejemplo, la ausencia de cuernos nos indica que está del lado del bien, pero bastarían un par de líneas a cada lado de la cabeza para invertir su posición.

 

La máscara es un elemento omnipresente en la obra de Perrotta. Puede aparecer como en los casilleros de un tablero de juego, una junto a la otra; u ordenadas como si un antropólogo las hubiera puesto a consideración en las vitrinas de un museo. Apostaría a ciegas que si hubiera una estadística, en toda la producción de Perrotta hay más caras que cuerpos. Es un pintor figurativo y narrativo a la fuerza, el director de cine Wim Wenders decía tener un problema cuando ponía una figura junto a otra, pues la gente inmediatamente comenzaba a generar una historia. Cada cara-máscara que pinta nuestro artista es un anzuelo para la imaginación del espectador. La frente de la cara funciona como el lugar donde se ubica el atributo que ayuda a definir la identidad, como un número siete, una cruz, o una pequeña cara; aunque muchas veces una etiqueta con un artículo y sustantivo -como el de los números de la quiniela- lo define rotundamente: el abogado, la maestra, el doctor, etcétera (como en Bandera, 2009). 

 

Estas obras son como un tablero de ajedrez donde se ubican actores sociales con funciones como las que podría tener un alfil, el caballo, la torre, el peón y todos los demás.
La novedad de los últimos años es la figura femenina. Ella irrumpe en el mundo masculino de lucha entre el bien el mal. La virilidad se refuerza por la presencia del falo, ya sea literalmente o en los volcanes que estallan alrededor de los personajes. En la mayor parte de las cosmogonías la montaña es la forma del falo que se yergue para darle origen al universo. El volcán es una montaña que eyacula, y de estos hay por doquier en la obra de Perrotta, sea como paisaje, sea como símbolo de la fuerza interior de cada figura. Ni siquiera existen los taparrabos, por el contrario, el falo está bien presente, expuesto y hasta erecto. Perrota se inspira en Ramona Montiel y en Emma, los personajes creados respectivamente por Antonio Berni y Lino Eneas Spilimbergo. Ellas son las prostitutas teñidas de cierto romanticismo, víctimas del sistema y de la maldad de algún hombre. Perrotta cambia el enfoque del tema, ahora incorpora a Marita, aludiendo a Marita Verón, la chica tucumana desaparecida en una red de prostitución, como un grito de protesta y rebelión contra esa práctica despreciable.

 

Un capítulo aparte y final está dedicado a las construcciones, edificios y ciudadelas. Hay dos en la colección Sella: “El bien y el mal” (2003) y “Ciudadela” (2004). El segundo es como un transatlántico flotando sobre la sombra de dos personajes unidos por la cadera. Una estructura geométrica similar a Ciudadela se asienta sobre dos potentes pilares en El bien y el mal, conformando un arco de triunfo futurista. El arco, el umbral, el pórtico, la puerta y los ingresos en general marcan simbólicamente el paso de lo profano a lo sagrado, de ahí la importancia que se le da a los portales eclesiásticos (particularmente los románicos y góticos).

 

Una vez más, la oposición complementaria del bien y el mal está presente. Si hubiera que resumir la obra de Perrotta en un aleph simbólico elegiríamos el yin-yang, la luz que se abraza a la oscuridad, y viceversa; la oscuridad que tiene algo de luz (como el diablo que fue ángel) y la luz que tiene algo de oscuridad (el héroe que mató al menos a siete adversarios). Y el último contraste complementario que encuentro en esta narración: la imaginería avasallante de Perrotta contrasta con el perfil bajo de Sella. Seguro que hay algo de Perrotta en Sella y algo de Sella en Perrotta.


Julio Sánchez

ARTISTAS PARTICIPANTES

 
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