La dualidad en la estructura de su obra, por una parte la descripción narrativa de sus personajes, y por otra, la intención de alterar un orden y componer un desorden, confiere a la misma un barroquismo exquisito, a manera de collage.
Sus figuras casi primitivas, se entrelazan en ritmos danzantes, rituales. Personajes que se yuxtaponen con animales reales y fantásticos de simbología erótica, creando un ambiente idílico. La superposición de las formas cuya ambigüedad se traduce en la relación figura-fondo y el redibujo, con bordes, de sus seres casi tormentosos se vitalizan en la ferocidad del trazo.
Los entrecruzamientos estéticos que la artista apropia para su obra, se reúnen en los diversos “soportes” que van desde la modulación de la cerámica hasta la reprogramación de los materiales con los que investiga.
En su conjunto, nos induce a compartir un falso paraíso. Decenas de símbolos diversos, pueblan este espacio donde la lujuria se ha apoderado del mundo en un éxtasis de placer.
Indiana Gnocchini
Ceres González