STUDIO 488

Empiezo a escribir esto en la oficina de un piso 21 de un rascacielos desde donde se puede vislumbrar en días claros, la orilla de otro país.
Y pienso por un momento, todo lo que tuvo que recorrer la humanidad en andas de sus culturas para poder alzarse sobre la superficie de este modo y desplazar mi mano escribiendo sobre un teclado a 50 metros de la tierra firme.
Mis ojos a la altura de los pájaros, mis pensamientos mucho mas allá.

Desde ahí mismo. Desde esa altura Lorena Marchetti obtura y cierra el horizonte y mira y nos hace mirar. Pero su recorte quizá no sea del todo liviano o inocente o frugal.

Opuesta a la idea de Jean Baudrillard de una realidad en agonía que es reemplazada por la de simulacro, Marchetti pertenece a la jerarquía
del "retorno a lo real".
Pero lo hace de un modo abrupto. No sólo utilizando armas dramáticas dentro del relato sino sirviéndose de estructuras formales que hablan de otros años, sin por eso confrontar sus imágenes con ningún documento.

No.
Quizá sea su familiaridad con la pintura, lo que nos aleja del registro. La saturación de los colores y las formas y ciertos modismos que nos obligan a ver la ciudad como un monstruo plano, casi sin presencia de vida en sus bordes.
Ella rompe la lógica del movimiento y entonces es el ojo el que pinta.

Lo puedo ver.
Lo creo presentir desde acá, desde la ventana sellada del piso 21.
Desde donde se ve el mundo que respira abierto.
Puedo ver la conquista de un mundo que ha sido visto en todas sus aristas. El despliegue de un mundo que se nos ofrece y oculta al mismo tiempo.
Como la obra de Marchetti.
Como la obra del hombre sobre la faz de la tierra, preguntándose en voz alta una vez más.
En plena conquista del aire.
 

Teo Wainfred. Julio 2012