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Premio María Calderón de la Barca 2006

Premio María Calderón de la Barca 2006

Eduardo Faradje

Del 11 de Octubre al 11 de Octubre de 2006 

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Entrega miércoles 11 a las 19 hs.

Palabras pronunciadas por Daniel Pérez en la entrega del Premio:

Quiero decirles que nos sentimos muy felices con la decisión de adjudicar el premio María Calderón de la Barca a Eduardo Faradje.
Para arribar a este resultado, junto con los jurados Adrián Gualdoni Basualdo, Tomás del Villar y Guillermo Ros Artayeta consideramos largamente el trabajo de un puñado de pintores cuyas obras responden holgadamente al propósito establecido por Carlos Alberto Sarachaga cuando instituyó este premio: distinguir la excelencia en la realización de la pintura de caballete, un cauce atemporal que desde Lascaux y Altamira hunde sus raíces en la nostalgia de eternidad y opone a la fugacidad de la existencia una rebelión imprescindible para el sostenimiento de nuestro equilibrio espiritual. Si finalmente optamos por Faradje, fue porque en su obra encontramos algo más que el sólido oficio adquirido en su paso por la asociación Estímulo de Bellas Artes y la escuela Ernesto de la Cárcova, en su trabajo junto a Osvaldo Attila, Aurelio Macchi y Guillermo Roux, o en sus dos años de especialización en una tradicional academia española, Antarquio, dedicada al cultivo de las reglas canónicas del pasado, basadas en el riguroso y metódico estudio de yesos, bodegones y desnudos.

Ese "algo más" es la facultad de convertir la jornada de taller en un ritual propio de los pintores de ~ que se abstraen del mundo real para introducirse en el milenario cauce de la pintura, donde escuchan las voces reverenciadas de los grandes maestros, siempre dispuestos a continuar un diálogo silencioso, eterno y universal, cuyo tema puede abarcar la diversidad del mundo o concentrarse en las sutiles vibraciones de la luz sobre el cuerpo y el rostro de la modelo.

Trabajador incansable, obsesivo e indiferente a la neurosis de innovación alimentada por una burocracia curatorial que vive pendiente de los impulsos de la moda y de su afán de controlar la orientación del arte, Eduardo Faradje despliega sus ágiles y lúcidos empastes para entregamos la feliz emoción que nos inspiran los cuadros tocados por un aliento de eternidad. Cuando alcanza ese nivel, la pintura no requiere el auxilio de las palabras. La prueba más elocuente está dada por estas pinturas que tenemos frente a nuestros ojos; ellas nos hablan en un lenguaje persuasivo, inteligible y grato a nuestro espíritu porque es un lenguaje fuertemente arraigado en nuestra herencia cultural.

Son pinturas que por sí solas expresan con elocuencia el sentido que adquiere el premio Calderón de la Barca en este preciso momento" en medio de la farragosa dimensión del arte contemporáneo, donde ferias, premios y bienales que desde hace cincuenta años desafían los criterios de inteligencia construidos a través de incontables generaciones, insisten en fatigamos con el pase mágico de transformar colchones y tiburones muertos en obras de arte.

Frente a ese panorama, el hecho de distinguir a Eduardo Faradje con el premio Mana Calderón de la Barca, que obtuvieron, entre otros, Jorge Larco, Guillermo Roux, Carlos Alonso y Leopoldo Presas, no es sólo una satisfacción y un acto de justicia; es, también, un paso necesario para lograr el restablecimiento de los valores éticos y estéticos que hoy se pretende derogar con el improbable pretexto de expandir los límites del arte una consigna que busca allanar las diferencias y convencernos de que todos pueden hacer lo mismo.
Sin embargo la naturaleza no es igualitaria: a Eduardo Faradje le concedió un talento que otros no tienen, y que supo cultivar con un trabajo arduo y prolongado, sostenido por la indomable independencia espiritual que es una característica esencial de los verdaderos artistas. Para completar nuestra perspectiva, también debemos señalar la acción de las personas que desempeñaron un papel decisivo en la carrera de Faradje: en primer lugar, sus padres, que le brindaron su apoyo incondicional y el marco de tranquilidad y seguridad que necesitaba para desarrollar su vocación y en segundo lugar, la diligencia y la generosidad de Guillermo Roux y Rafael Squirru, iniciadores del ejercicio de admiración que impulsó el lanzamiento de la obra de Faradje en las muestras de la galería Zurbarán, prolongado después en la galería Palatina, en los escenarios de Inglaterra y Holanda y en este momento de celebración.

A todos ellos les expresamos nuestro agradecimiento por haber facilitado la tarea de un excepcional fabricante de eternidad.

ARTISTAS PARTICIPANTES

 
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