“ (...) no se extrañan los sitios, sino los tiempos." Jorge Luis Borges
Natsukashii designa en japonés el concepto de la “nostalgia feliz”. Refiere a un recuerdo que trae consigo la sensación de felicidad a nuestra mente. No existe en la cultura japonesa la tristeza junto a la palabra nostalgia, sino que evoca algo reconfortante. Es así como inesperadamente una imagen, color, aroma o sabor nos traslada a ese momento vivido. El concepto japonés, opuesto a nuestra idea común de la nostalgia, es una noción fundamental para transitar el trabajo de Matilde Crosetti.
Se trata de una pintura efusiva y visceral, con una gran intuición de orden y color. Sus paletas furiosas, calmas, terrosas, acuáticas varían y bailan sobre la tela. Un shock de color que se constituye entre un acto performático de la artista (pinta con la tela en el suelo, como una Pollock del siglo XXI, verla trabajar puede ser un ejercicio interesante para despejar preconceptos de qué hace un pintor frente a la tela) y una dosis de accidente permitido por el juego entre el agua y el acrílico.
Su imagen se construye por medio de dos operaciones: por un lado, el color, que encuentra su lugar en medio de un trance de la artista frente a la tela. Como un recurso para llegar a un espacio mental donde suspende el control, el cuerpo conecta con la pintura y surgen las composiciones entre aleatorias y emocionales que visten la obra. Por otro lado, florecen las apariciones que habitan la tela, en forma de caballos y cuerpos, que flotan, emergen y sutilmente proponen escenas con movimiento en potencia.
Amante de la naturaleza, Matilde elige los caballos como una presencia constante en su memoria. Remiten a su infancia, pero también aluden a la fuerza, la libertad, direccionadas en un galope que busca nuevas preguntas para no encontrar respuesta. Se trata de un movimiento interno, hacia adelante, en constante transformación. Los cuerpos acompañan su versatilidad pero indican otro tipo de vibración, vinculada al contacto físico. Su gestualidad oscila entre lo creativo y lo carnal, superponiendo los límites entre una danza íntima y colectiva, entre el amor y la sexualidad. Cuerpos que se muestran en un mundo pictórico cargados de alma y subjetividad.
Matilde Crosetti evoca la nostalgia en sus trabajos, pero una nostalgia japonesa, feliz. La memoria es un recuerdo que siempre se narra de un modo distinto, es una ficción de la vida.
Así es como todo lo que atesoramos en nuestra mente se vuelve una ficción, y atravesado por Matilde, se transforma en algo en cambio permanente, potencialmente enorme.
Clara Ríos, mayo 2022.