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Ahora voy a brillar

Ahora voy a brillar

Omar Schiliro

Del 05 de Abril al 10 de Junio de 2018 - Inaugura: 19hs  - Entrada: $ 100.- Mie $ 50.-

 
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Idea y proyecto: Jorge Gumier Maier.

Curaduría: Cristina Schiavi y Paola Vega.

Producción: Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat.

La supervivencia de Omar Schiliro
Francisco Lemus
 
¿Quién fue Omar Schiliro? Es una pregunta que circula de manera frecuente en el mundo del arte y entre tantos otros que se han cruzado alguna vez con su obra. Poco es lo que sabemos de él, su paso fue demasiado fugaz. En 1991, cuando tomó noticia de su diagnóstico de VIH positivo, Schiliro se involucró en el arte y comenzó de manera frenética a producir. Expuso por primera vez ese mismo año en la muestra colectiva Bienvenida primavera, en la Galería de Artes Visuales del Centro Cultural Rojas y luego en otras salas de Buenos Aires. Falleció el 3 de abril de 1994 como consecuencia del sida.
 
Jorge Gumier Maier, su pareja y quien en esa época lo cuidó amorosamente, conservó en su casa gran parte de sus obras y resguardó en una pequeña caja unos pocos documentos que dan cuenta de su labor en el escenario artístico de los primeros años noventa. Otros papeles — quizás los más tristes, pero llenos de dicha— evocan la despedida que recibió de sus amigos. Schiliro dejó una marca en la memoria artística de Buenos Aires, en sus contemporáneos y en aquellos jóvenes artistas que tomaron noticia del Rojas a través de Belleza y Felicidad, los debates de Ramona y los catálogos que se han publicado a la fecha.
 
(…)
 
Desde hace un tiempo he querido escribir sobre Schiliro, hay algo en torno a él indescifrable. A primera vista sus obras son enigmáticas, nos atraen, no sabemos por qué pero generan encanto. Luego, cuando empezamos a ver con más atención los materiales con los que están hechas, nuestra relación se vuelve más cercana. El trabajo artesanal que poseen las hace excéntricas, pero también se asemejan a esos objetos que uno conserva en su casa por su rareza y porque, cada vez que alguien los ve, ocurre una revelación divina.
 
Podrían ser parte de una escenografía de ciencia ficción, lámparas de alguna decoración estrambótica y el cáliz de una religión misteriosa. No lo son pero están ahí, hoy en día se muestran un poco fantasmales, el tiempo pasó y se volvieron más
frágiles, sin embargo su exuberancia se mantiene intacta.
 
(…)
 
Schiliro es un artista clave en este relato. Su obra sintetiza tres componentes que hicieron a la sensibilidad del modelo: el arte terapia, la decoración y las manualidades. Pero mantiene un enigma, sin perder la solidaridad popular, las huellas de la industria cultural están ocultas. Pese a que su método se gestó con cierta ajenidad al mundo del arte, Schiliro no es un artista ingenuo, tampoco un outsider: su trabajo no es una extensión más glamorosa de su oficio y mucho menos un forma de alivio que lo llevó a hacer malabares.1 Todo lo contrario, en su hacer hay un afán de involucrarse con seriedad y compromiso para ratificar su poderosa práctica artística.
 
(…)
 
En una entrevista realizada por Silvana Curti, Schiliro dijo: “Trabajo desde cosas que me pasan a mí y a mí con la gente, y lo acentúo con la belleza. Y quiero que se lea con placer, con gusto, con belleza. Lo que todos conocemos es un código general que marca la belleza. Lo quiero transmitir bien, con un bucle”.2 El goce visual de las obras Schiliro contrarresta el ascetismo al que nos acostumbró una operación como el ready-made y a su vez desajusta la solemnidad de la belleza como signo excluyente.
 
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1 Cfr. Manuel MUJICA LAINEZ, “Pintura ingenua I”, en Argentina en el arte, Buenos Aires, Viscontea, 1966.
2 Omar Schiliro en Silvana CURTI, “Jorge Gumier Maier y Omar Schiliro”, Espacio del Arte, año 1, n.º 2, 1993, p. 19.
 

TEXTO CURATORIAL

 
Ahora voy a brillar. Crónica en seis actos
Cristina Schiavi y Paola Vega
 
(…)
 
ACTO VI
Por qué es importante el proyecto
 
PAOLA: El deseo de realizar este proyecto rescata la producción de un artista emblemático en la escena del arte de los noventa en nuestro país, que en tan sólo tres años de producción, y en unas treinta y cinco piezas realizadas, nos deja un universo maravilloso de colores, fantasía y luz. Omar Schiliro, utilizando materiales de bajo costo y realizando él mismo sus obras —no sólo los ensamblajes sino también las conexiones de lumínicas precarias y maravillosas—, es un referente para mi generación y probablemente lo sea para las posteriores que no vivieron su época y que hoy podrán conocerlo a través de esta retrospectiva.
 
Esta exhibición y su documentación plasmada en el catálogo habilitan el material necesario para investigar su trabajo. A medida que fui transitando el mundo de Omar, me resultó cada vez más atrapante y fantástico. Ahora lo siento parte de mi vida. Sin dudas, ahora brilla.
 
CRISTINA: Los porqués siempre se me escapan, me quedan los impulsos, los deseos, las obsesiones. Recorriendo múltiples y variados negocios, al por mayor y al por menor, por cada rincón de la ciudad, buscando las piezas faltantes de los trabajos de Omar, me invadió un deseo enfermizo de conocer cómo su cabeza relacionaba estos dos materiales, la cotidianidad del plástico de bazar y el refinamiento del cristal de caireles y rulos de lámparas antiguas.
 
Siento que esta pausa no deseada que produjo su muerte, en la lectura de su obra, me permitió recuperar la sensación de asombro ante lo irracional, lo onírico, lo fantasmal, lo fantástico de su producción, tan corta en el tiempo, tan llena de esperanza.
 
 
El arte como Salvación
Mariana Cerviño
 
(…)
Como fetiches con propiedades de salvación, Schiliro se abocó a la construcción de sus obras una vez que conoció su diagnóstico. La guerra que libró en el campo de lo visual desembocó en sus últimos años en la elaboración de objetos que en el espacio al que accedió por Gumier eran decodificados como “arte”. La suya fue una producción intermitente. La experiencia de ilusión y desencanto dejó marcas en la psicología de Omar. Vivía momentos depresivos interrumpidos por la euforia. Sumado a ello, produjo en los respiros que la enfermedad le daba.
 
El fallido vínculo con su padre, por quien sentía a pesar de todo un gran cariño,3 se condensó en el gran deseo de recuperar esas imágenes que crecieron con la lejanía: la modernidad luminosa del Italpark, como un fotograma hollywoodense, reapareció en sus obras.
 
Sus espléndidos objetos fueron talismanes de ese anhelo oculto, dotados de una función mágica: la idea de Salvación que sobrevendría a determinada conducta, pregonada por la religión de su infancia, pudo ensamblarse con la espiritualidad del más acá, mucho más liberadora, que supo encontrar más tarde. Adjudicó a sus obras fetiche propiedades espirituales de sanación que la ciencia no podía ofrecerle. Ese sincretismo podía sostener la creencia en que finalmente, el reino de los cielos habitaba en la tierra y se ofrecía a los puros, como él.
 
Solía decir que las imágenes se le revelaban en sueños, que les robaba un secreto a los dioses para mostrárselo a la gente en la Tierra, al contrario de Arthur Bispo,
que hacía obras para mostrar a los dioses cómo era el mundo cuando fuese al cielo.4 En ese territorio onírico era Dios en persona quien le trasmitía el secreto de la belleza.
 
Irónico frente a la palabra “artista”, no dejaba de sentir en el rápido reconocimiento que alcanzó la revancha de un chico pobre, mulato, descalificado por su propio padre.
Desafiando continuamente la autoridad que tenía Gumier en esta materia —lo que no es sino un modo de confirmarla— solía decirle: “¿Viste? Yo también soy un genio”5.
 
Su búsqueda no era tanto el reconocimiento de los reconocidos, aunque eso fue sin dudas una caricia a su alma maltratada. La autoridad conseguida ya por los outsiders era suficiente para ratificar a Schiliro el valor de sus obras, que adoraban desde quienes ocupaban posiciones centrales —Guillermo Kuitca, Laura Buccellato, Orly Benzacar— hasta los artistas recién  llegados,  que  lo  aventajaban  sólo  en  unos pocos años en el acceso al mundo del arte, como Marcelo Pombo, Benito Laren, Feliciano Centurión, Alfredo Londaibere, entre muchos otros y otras.
 
(…)
 
Quizás secretamente en esas miradas podía albergar la esperanza de que todo ese mundo que había en él y que se despegaba ahora ante la admiración de todos, podía eventualmente ser valorado por su círculo de socialización primaria, más cercano a las vecinas del pasillo que a los entendidos. Como relata Didier Eribon sobre su propia biografía,6 la pretensión de ese reconocimiento imposible, su falta dolorosa, persiste aun cuando se ha ingresado en otro mundo de mayor jerarquía social. Hay un costo afectivo alto que pagar en el proceso de transculturación. La huida del mundo primario donde se es rechazado hacia otro más prestigioso en el que se encuentra una justa valoración, puede ser un itinerario deseable para quienes lo observamos con las categorías del segundo, pero no sutura jamás esa herida de origen.
 
La analogía de esas formas con objetos de la liturgia salta a la vista: cálices, copones, pilas bautismales y custodias. El elevado nivel estético de estas obras vuelve invisible el carácter utilitario de esos utensilios tan cotidianos. Su mirada entrenada le permitía observar en ellos sólo sus aspectos formales. El plástico le ofrecía superficies nuevas y relucientes, además de una gama de colores amplia, formas esféricas con las que engarzar piezas de luminarias antiguas, todo tipo de detalles finamente engarzados, que dan el toque elegante a sus alfarerías faraónicas. Otras veces son alhajas de una divinidad adornada con plástico. Como un joyero devoto, ensamblaba arandelas, filigranas, dijes, caireles y relicarios construyendo bien copones de altares, floreros distinguidísimos, dijes gigantes, todo lo necesario para adornar el paraíso.
 
Con remanentes de su trabajo de bijoutier hizo su primera obra, que mostró en la exposición colectiva Bienvenida primavera, en el Rojas. Era una muestra concebida por Magdalena Jitrik y Gumier Maier para invitar a mostrar a amigos que no necesariamente hubieran formado parte de la programación del Rojas, incluso a aquellos que estaban lejos de su estética. Con todo lo aprendido, Omar se encontraba listo para exteriorizar la alquimia interior que había podido alcanzar (…)
 
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3 “Lo mío es fácilmente identificable con los juegos del Italpark, que a mí me fascinaban. Además, mi viejo —a quien quiero mucho— me iba a buscar para llevarme allí. Creo que, generalmente, en todas las obras se piensa en la niñez.” Omar
Schiliro en Hernán AMEIJEIRAS, “La única posibilidad del arte es la evasión”, La Maga, miércoles 7 de julio de 1993, p. 40, entrevista con Marcelo Pombo, Omar Schiliro, Alfredo Londaibere y Jorge Gumier Maier.
4 La comparación con este artista brasileño fue propuesta por Jorge Gumier Maier. Delta, 2017.
5 Entrevista con Jorge Gumier Maier, Delta, noviembre de 2016.

 
 

ARTISTAS PARTICIPANTES

 
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