Inaugura martes 4 a las 19 hs.
Texto de Jacques Martínez / Paco Rodríguez Ortega es un joven artista cordobés oriundo de la ciudad de Río Cuarto. Le hemos propuesto una exposición porque lo que tiene para decir, lo hace a través de muy buena pintura. Llega al espectador con un medio tradicional, frecuentemente desvalorizado.
Nos entusiasma que sea del interior, muchas veces postergado por la supuesta superioridad de la capital. En el futuro trataremos de mostrar otros artistas, no por su lugar de origen o residencia, sino por la calidad y originalidad que nos sorprende cada vez que viajamos. Que nos hayamos vuelto a sorprender, confirma lo arraigado del prejuicio.
Reseña de Ricardo Sánchez, crítico cordobés de la ciudad de Río Cuarto / La obra de Paco Rodríguez Ortega está relacionada con el Expresionismo y muestra desde sus comienzos “una clara inclinación a manifestar cuestiones inherentes a lo existencial, a lo trascendente y a reflexionar sobre lo ausente”. En sus pinturas la línea, el trazo y el gesto reposan siempre sobre estructuras que recuerdan lo óseo: ese armazón constructivo, es el eje de todo ente biológico, de esa masa mecánica que son los vertebrados. Hay en ese camino una marcada evolución que se testimonia desde la preponderancia del dibujo en sus primeras épocas, y el despojo de los esquemas hasta abandonarse más libremente a lo que la pintura le dicta. Es decir que su obra va ganando en espontaneidad sin perder la fuerza esencial que transmitía ya desde que empezó a mostrar tímidamente sus primeras obras. Eso sí, desde entonces, manifiesta un rasgo común: su interés por registrar el desgarramiento corporal de lo vivo –preferentemente animales y humanos- generando una tensión con lo espiritual. Dueño de registro estético amplio consigue una gran simpatía entre el lenguaje plástico que utiliza y lo que el tema requiere, de modo que hay una constante oscilación en sus modos expresivos, que impide el encasillamiento. Una virtud que cruza sus trabajos es la libertad estética que se testimonia en la soltura del trazo y que genera una apariencia de espontaneidad –en realidad es una espontaneidad regimentada- que permite la convivencia de lo racional y lo emocional. Poblada de vida y de muerte, de amores y odios, de reflexiones y pasiones en su obra lo sanguíneo aparece de forma recurrente: a veces como una amenaza y otras veces expresa en la rotura de los cuerpos.