Las pinturas de Hodari son retratos que transmiten una experiencia creativa muy fuerte, re-creando una persona en forma subjetiva y objetiva a la vez. Ver todos estos retratos reunidos, es percibir experiencia en las líneas de sus caras, y captar la actitud de Hodari al pintarlas, dejando que se expresen con soltura y decisión en su singularidad. Es conocer a distintas personas que nos presenta en la impronta más humana, la que produce su mirada que las percibe y expresa con afecto y admiración.
Los estudios neurológicos más recientes demuestran que la capacidad humana de reconocer caras está en los genes, y se fue formando a lo largo de millones de años, por lo que algunas personas tienen este don más agudo que otras.
Sin duda Hodari está entre esas personas, lo que le resulta natural desde chico, influenciado además por su padre, quien también las dibujaba con notable destreza.
Es interesante observar qué pasa cuando una cara está plasmada en un cuadro, reaviva ese pensamiento mágico de que hay alguien ahí: esa cara es un actor que da vida a una persona.
En las pinturas de Hodari, está vivo ese juego de convocar a alguien, hacerle un lugar, conocerlo a otro nivel y por otro medio paralelo a la realidad cotidiana. En los retratos suceden encuentros imposibles, amistades mágicas con personas que están lejos en el tiempo y el espacio.
Hodari logra no imponerle a una cara una expresión predeterminada, sino que está abierto a que los rasgos que van apareciendo se potencien, y lo inspiren a encontrar el punto exacto en el que transmiten vida y consciencia.
Sus pinturas tienen una muy atractiva mezcla de realismo y poética, de exactitud y libertad gestual. Abarcan diversos estilos según a quien retratan.
Hay emociones y percepciones en los colores que no siempre se corresponden a lo que se supone (una cara azul, pelo verde o rojo vino, piel verde en rasgos de un hombre negro), y pinceladas que no se refieren a los rasgos físicos, pero sí a emociones que esa cara libera al aparecer. Todo dialogando en un espacio en el que no importa el tamaño del cuadro sino la potencia expresiva que nos hace sentir que hay alguien ahí. Hodari tiene esa capacidad de percibir las caras con sensibilidad, de encontrar como mostrar lo que las hace únicas.
Otro aspecto llamativo de sus retratos es que si bien respiran y pueden ser leves, no son naifs, muestran la luz y la sombra del ser humano. No hay idealización pero hay compasión, aceptación de esa persona tal como es con todas las contradicciones.
Cada instante de una cara es único,y asi como una cara revela, camufla, asi como expresa, es un misterio insondable . Vemos y reconocemos infinitas caras en distintas condiciones de luz. Esa capacidad es un instinto humano, pre verbal.
Pintar un retrato de una persona es captar el rostro impregnado de identidad de esas múltiples caras. Y en eso,la pintura de rostros supera a la fotografía, porque ésta solo puede captar un instante, mientas que la pintura es el proceso de ir armonizando muchos instantes, las infinitas caras de un rostro.
Pedro Cugnasco