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Lun a Vie de 10.30 a 19 hs. Sáb de 10.30 a 13 hs.

Marta Parga

Marta Parga

Del 13 de Junio al 07 de Julio de 2007  - Entrada: libre y gratuita

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inaugura miércoles 13 a las 19 hs.
Texto de Elena Oliveras / MARTA PARGA: LUZ [...] ACCIÓN

Silenciosos, casi minimalistas, los relieves de Marta Parga prescinden del entretenimiento anecdótico. Los anima la elocuente mudez del blanco, el ritmo de la composición, los llenos de un sin fin de varillas, los intervalos, los espacios vacíos y, en todos los casos, la luz en juego aleatorio con las sombras. La materia es básicamente la misma: la fina varilla de madera pintada, por lo general de blanco (y ocasionalmente de negro), generadora de líneas que barren la superficie del soporte. A la par actuarán siempre materias inmateriales -la luz y su inseparable compañera, la sombra- junto a otra instancia material: el cuerpo del espectador, invitado a desplazarse ante la obra. A lo largo del tiempo, obstinadamente, Parga ha estudiado la vida de los elementos en el devenir mágico de sus sombras; primero, en el soporte plano del papel, y luego, en el espacio tridimensional del relieve y la escultura. Optando no por el movimiento sino por la transformación, transita la vía cinética que hace más de cuatro décadas abrieron maestros como Yacoov Agam o Carlos Cruz Diez. Pero si tenemos en cuenta la importancia de la luz como fuente de transformación, el artista más próximo a la poética de Parga es, sin duda, Luis Tomasello.

En ambos casos, los elementos –varillas en Parga y cubos en Tomasello- pierden consistencia física desvaneciéndose en la sensación. Si bien blancas, las varillas producen distintas sensaciones de grises, simulando a veces una especie de oleaje que rompe la regularidad de la cuadrícula de base. La preocupación de Parga por la transformabilidad de la obra no oblitera contenidos. Aunque, como señalamos, no hay anécdota directamente expuesta, no por eso deja de haber sugerencias, por ejemplo, al tema del paisaje. Parafraseando a Cézanne cuando afirmaba: “El hombre ausente pero por completo en el paisaje”, podríamos decir ahora: “El paisaje ausente pero por completo en las construcciones de Parga”. Así, en la imaginación del espectador, el rayo del sol puede hacerse presente iluminando un fragmento de vegetación y haciendo ver de modo diferente lo que está alrededor, como también el viento puede hacerse presente abriendo blancos en la hierba, ordenando y desordenando, dibujando pasajes y laberintos. Sucede que más allá de la percepción, opera el percepto. Si aquélla -como resultado de la impresión de un estímulo sobre un órgano- es explicable, éste no lo es. Esencialmente complejo, el percepto va más allá del dato físico del presente. En él se incluye, junto a la percepción actual, las percepciones pasadas. Es, por ejemplo, la resonancia de todo lo que hemos vivido frente al paisaje. Gracias a él nos hacemos uno con la obra del artista, convirtiéndose ésta en lugar de máxima comunicabilidad. Se lo ha llamado “el enigma”.

En el caso de Parga, ese enigma alcanza un grado máximo de dramaticidad en los relieves que incorporan varillas pintadas de negro, sugiriendo paisajes cósmicos, sublimes y aterradores. Paisajismo de corte romántico que saca provecho de las distintas longitudes de las varillas generadoras de efectos táctiles diferentes; en algunos momentos, las zonas aparecerán blandas y suaves y, en otros, duras y erizadas. No sería arriesgado suponer que la experiencia de Parga en el campo de la cinematografía ha influido en su producción plástica, como si en su trasfondo se mantuvieran los dos términos de la vieja expresión “Luz [...] acción”. La cámara ya no está pues no hace falta fijar el devenir sino, por el contrario, mostrar una transformación sin fin. Tanto más cuando la acción de la luz (siempre diferente en incidencia e intensidad) y el desplazamiento del espectador van de la mano del omnipresente azar.

Parga gusta del espectáculo. De allí que uno de los rasgos sobresalientes –y el más sorprendente- de su obra sea el manifestar la coherencia de un pensamiento asentado en una paradoja: la presencia simultánea de la fascinación de un espectáculo de transformaciones y el protagonismo, no menos importante, del espectador/participante que continuada y silenciosamente lo actualiza. Metáforas éstas de un mundo descentrado que se deshace en la subjetividad de quien lo observa intentando, infructuosamente, encontrar un punto privilegiado de visión. Sólo lo orienta una luz imprevisible, huidiza, nunca igual.

ARTISTAS PARTICIPANTES

 
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