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Roque Sáenz Peña 267 - San Isidro [mapa]
Tel 11 4743-5534
Lun a Vie de 19 a 22 hs.

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Ni ver, Ni oír, Ni hablar

Raquel Forner

Del 07 de Octubre al 30 de Noviembre de 2009  - Entrada: libre y gratuita

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Inaugura miércoles 7 a las 19 hs.
Gacetilla / Exponer a Raquel Forner una vez más, es un gran honor. Para nosotros, difundir su obra es un compromiso porque creemos firmemente que, pese a su altísima calidad pictórica y a todo el reconocimiento que supo conquistar no solo en nuestro país sino también en el extranjero, todavía no recibe toda la atención que realmente merece. Esta nueva muestra, “Ni ver Ni oír Ni hablar", trata la simbología de la pérdida de los sentidos, o su negación, como recurso fuertemente testimonial a lo largo de 50 años de su producción. Incluye algunas de las obras más importantes de la producción de Raquel Forner, todas pertenecientes a la Fundación Forner-Bigatti y seleccionadas por ella misma para permanecer como legado. Forner ha sido generalmente mostrada por períodos, pero no siguiendo alguno de los muchos símbolos que aparecen persistentemente en su obra. Dentro de la contundencia de su lenguaje plástico, estos símbolos pueden parecer meros detalles, pero como ella misma lo dice, son algo mucho más profundo. En un reportaje en “El Diario” en 1938 Raquel expresa que su pintura “debía ser un eco dramático de la vida, de los acontecimientos, de lo que gravita en el corazón humano”. En el libro RAQUEL FORNER, de Guillermo Whitelow, dice: “Siempre traté de dar en mis cuadros algo más que una intención plástica. Hasta algunas de mis naturalezas muertas quisieron reflejar, en los elementos con que los componía, un sentido cósmico”… “Siempre hay algo en mí que necesito expresar. La pintura para mí es un lenguaje. Mi lenguaje. Los elementos plásticos me sirven para crear sobre las telas los dramas interiores necesitados de expresión” A lo mejor, en esta exposición estaremos viendo parte de su pensamiento. Texto de Sergio Dominguez Neira - Presidente Fundación Forner-Bigatti / La obra de Forner es, en su esencia, una posición comprometida ante el devenir y destino de la humanidad. Nos aguijonea para que, más allá de la admiración plástica que nos provoca, nos adentremos en los códigos encriptados de su lenguaje y podamos encontrar así el verdadero sentido de su trabajo: trasmitirnos su preocupación por el hombre quien, en su inentendible dualidad, busca su futuro en otros mundos mientras aniquila el propio y se autodestruye. En ella son las imágenes simbólicas las que nos desafían a decodificarlas para clarificar la intencionalidad de su mensaje. Nos invitan a participar de aquella premisa que nos señala que una obra de arte nunca está terminada por su creador: siempre queda abierta al ojo del espectador. En esta línea de interpretación el “Ni ver, Ni oír, Ni hablar”, forma parte importante del universo forneriano. A lo largo de gran parte de su obra, recurre insistentemente a esta trilogía testimonial para que no olvidemos y estemos atentos a la problemática humana. Así, surge en nuestra mente, la asociación referencial al mito de los tres monos sabios, mito con proyección universal con raíces comunes en China, India y Japón. Tomemos como referencia directa, los custodios del santuario Toshogu, en Japón : “mizaru", “kikazaru” e “iwazaru” que significan respectivamente el que “no ve", el que “no oye" y el que “no habla". Tal asociación cobra verdadero sentido al profundizar en las diversas interpretaciones que el mito de esos tres monos ha despertado a lo largo de los tiempos. Según la leyenda, su sabiduría radica en “negarse a escuchar, a ver y validar, y negarse a decir maldades”. Otra versión les atribuye la tarea conjunta de comunicar a los dioses los errores humanos pasibles de castigo. Pero también en nuestra cotidianeidad la resistencia para oir, ver y hablar se asocian con la negación o la impotencia. La misma por ejemplo que siente un niño tapándose los oídos cuando le dicen cosas que no quiere o no “puede escuchar”, o cubriendo sus ojos, cuando lo que tiene que ver lo paraliza o sellando sus bocas, acallando dramáticos secretos que perturban sus vidas No obstante la diversidad y complejidad de estas interpretaciones, todas ellas se conectan, particular o alternativamente, con la intención proyectada por Raquel en sus obras. Cabe preguntarnos entonces, si fueron esas historias el motivo de su inspiración. No lo sabemos ni lo sabremos pero sí que ellas nos permiten acercarnos a la profundidad de su mensaje Tomemos tres ejemplos. En “Presagio” aparece por primera vez la trilogía: Pompeya, ciudad de lujuria y destrucción; El Vesubio ¿verdugo de los dioses? ; y tres testigos, enlazadas por la serpiente, símbolo del pecado. En “La Victoria” un pequeño grupo de mujeres tapa sus ojos, oídos y boca, impotentes ante la muerte de sus seres queridos, inmersas en el drama de la guerra civil española. En “La Torre de Babel”, la humanidad, representada por tres rostros femeninos cada uno privado de un sentido, se encuentra encerrada dentro del muro construido por los hombres que, esclavizados por los torturadores, se encargan de la nefasta tarea. En el cuarto rostro, la comunicación es directa y brutal: sus párpados como su boca, están cosidos y, su oreja, cercenada. Estos símbolos testimonian el drama humano: inseguridad, dolor, impotencia ante sus propias debilidades. Son testigos acallados desde la propia conciencia o denunciados por la de sus congéneres. Nos recuerdan que el pasado, el presente y el futuro se encuentran sutilmente anudados. Por supuesto, en esa dimensión temporal estos testigos no pudieron estar ausentes en la epopeya espacial que Raquel nos propuso con un hálito de esperanza, de cambio, de revisión de nuestros propios errores. Son los terráqueos del pasado y del presente (representados en blanco y negro) los que acompañan la mutación de un hombre nuevo, identificado plásticamente con la intensidad del color. Están atentos con sus miradas o anclados en la negación. En la obra “Todos somos testigos”, inspirada en los tótems canadienses, Raquel proyecta su visión definitoria sobre el compromiso del hombre. En cuatro paneles se identifican las razas, roja, amarilla, blanca y negra, pero sólo existen dos tipos humanos; los que “quieren ver” afrontando la verdad y aquellos que no, signados por cobardía o mezquinos intereses . Todos somos testigos, parte de una realidad que trasciende culturas, fronteras y razas. Frente a tantos símbolos misteriosos que Raquel nos propone, lo fundamental es que la obra sigue abierta a nuestra sensibilidad. Es la verdadera intención de esta muestra: “Si a verla para analizarla, Si a escuchar sus enseñanzas, Sí para que desde el hablar y el dialogar, cada uno pueda encontrar sus propias explicaciones”.

ARTISTAS PARTICIPANTES

 
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